Logan se acercó a Rachel, tomando sus manos con ternura y suavidad. Sus ojos, esos ojos azules que siempre habían calado hasta lo más profundo de ella, ahora brillaban con una evidente y apenas controlada emoción.
—Rach —comenzó a decir, con voz suave, pero llena de firmeza y seguridad—. Todo esto es para ti. Para nosotros. Para celebrar lo que hemos construido juntos y, también, para cerrar un capítulo de nuestras vidas y comenzar uno nuevo, lleno de felicidad y amor.
Rachel lo miraba, con incredulidad. Jamás había esperado algo como aquello. Entonces, vio algo en las manos de su esposo: un sobre.
Logan inspiró profundamente y, con una mirada significativa, lo alzó frente a ella.
—¿Recuerdas esto? —preguntó, abriendo el sobre con lentitud.
Rachel frunció el ceño, reconociendo de inmediato el papel que sacó del interior: era el acta de matrimonio original, y, junto a ella, el contrato que ambos habían firmado al comienzo de todo. Ese acuerdo que habían sellado bajo circunstancias tan