Minutos más tarde, la ambulancia se detuvo en el estacionamiento que daba acceso directo a la morgue. El paramédico descendió de la camioneta, y junto a su otro compañero, el conductor de la ambulancia, bajaron la camilla.
—Lo siento pero debe esperar aquí. Está prohibido entrar en esta área.
Una vez que ingresaron, Jazmín tuvo que esperar afuera. Sólo entonces sacó el móvil de su bolso y leyó desde la pestaña superior los mensajes de Tatiana.
“¿Estás en camino?”
“Jazmín, no llegas tarde, ¿verdad?”
“Es hoy, ¡vamos!”
Aunque quiso contestarle, no pudo. Lo único valioso que le quedaba en la vida, ya no estaba a su lado. Ya nada tenía sentido para ella.
En tanto, en su oficina, Ethan observaba su reloj, una y otra vez. Tamborileaba sus dedos sobre la superficie pulida, aguardando impaciente por la que candidata –que se suponía– podía cubrir la vacante de niñera para el pequeño Oliver.
Acostumbrado a la puntualidad y la responsabilidad, el CEO, esperó sólo cinco minutos más. Un