Tatiana entró a la habitación del pequeño Oliver, lo colocó dentro de la cuna y permaneció junto a él, esperando a que se durmiera.
Minutos más tarde, encendió el dispositivo para monitorear al bebé y bajó hasta la cocina donde sus dos compañeras de trabajo aguardaban ansiosas por ella. Soledad la miró con aspaviento al verla entrar a la cocina y se acercó a ella. Jimena dejó lo que estaba haciendo y corrió hacia ella.
Las dos mujeres la acorralaron en el medio de la cocina.
—¿Qué está pasando allá arriba? —preguntó en voz baja casi susurrante, Soledad.
Sin darle oportunidad de responder, Jimena lanzó otra interrogante:
—¿Ya el señor Ethan sabe que se ha ido?
Tatiana frunció el ceño dividida entre ambas mujeres.
—No sé lo que pasó, el Sr Ethan estaba hecho un demonio. Me dijo que me llevara al niño y cuidara de él. Pero tenía una carta en las manos. —volvió el rostro hacia su otra compañera— ¿Tú que sabes, Jimena?
—Bueno… —Hizo una pausa como si no quisiera hablar más de