Esa noche, luego de aquella tregua inesperada, Ethan le hizo el amor a Jazmín. El encuentro estuvo cargado de una necesidad imperiosa de sentirse. Tanto ella como él, parecían hambrientos, sedientos de ganas.
Sus cuerpos se amoldaron perfectamente, sus sexos encajaron el uno en el otro con una simetría absurda –como llave a su candado– y sus pieles ardientes, sudorosas, llenas de fluidos, se amalgamaron sinuosamente.
No hubo palabras, solo los sonidos emitidos por sus cuerpos chocando uno contra el otro, los susurros leves, gemidos y jadeos, gestos que decían más que muchas palabras. Seguían perteneciéndose, el uno al otro y eso era incorregible.
Minutos más tarde, Jazmín se levantó de la cama para ducharse.
—¿Vienes? —Lo invitó ella.
—Ya te alcanzo —respondió él, jadeante y sosteniendo su mirada.
En ese preciso instante, su móvil comenzó a sonar. Lo tomó de encima de la mesa de noche y vio que se trataba de Juliette. Miró hacia la puerta del baño, y escuchó la regadera abr