Durante las primeras semanas, Jane trató de poner de su parte y con la ayuda de su madre logró aprender a darle el biberón al niño.
Cada vez que ella lo tomaba entre sus brazos, el pequeño Oliver comenzaba a llorar y no paraba de hacerlo sino cuando Alicia, Ethan o alguna de las empleadas domésticas, lo cargaba. Quizás, él se sentía como un peso en la vida de su madre.
Aquella situación, la irritaba constantemente y la llenaba de ansiedad. Jane se negaba a repetir la misma historia de su madre: ser abandonada por su esposo a causa de la enfermedad de su hijo.
Esa idea la aterró siempre, incluso en el momento que aceptó casarse. Cada vez que escuchaba a Ethan hablar con entusiasmo de que deseaba tener una familia grande, con tres o cuatro hijos, ella evadía su mirada. Se alejaba de él o buscaba otro tema de conversación.
Jane realmente no deseaba tener hijos. La idea de que alguno de sus ellos, sino todos, pudieran heredar aquel síndrome, la aturdía noche tras noche. Mas, la ins