Jazmín lo atrajo hacia sí, sus manos se deslizaron por su camisa, aún olía a su perfume y al humo de cigarrillo. El roce de sus labios era un vaivén de deseo y ternura, como si quisieran devorarse, como si desearan contenerse el uno en el otro.
Ethan la recostó con cuidado contra el asiento del coche, sus cuerpos parecían envueltos en un campo magnético donde él era el imán y Jazmín el metal. Sus siluetas encajaban de manera perfecta, como si se conocieran desde siempre y ese fuese apenas un reencuentro.
Las caricias se fueron multiplicando una por una, aunque iban haciéndose más lentas, cada vez eran más firmes e intensas.
Un gemido ahogado escapó de sus labios carnosos cuando sus dedos –los de él– encontraron la abertura lateral del vestido y se internaron entre sus muslos acariciando su piel desnuda haciéndola temblar de ganas.
—Estás temblando —murmuró él junto a su oído, mientras sus labios recorrían la curva de su cuello y descendía por sus hombros hasta llegar a su pech