Ethan cerró la puerta del cuarto de Oliver con cuidado y se dirigió hasta la habitación contigua. Tocó la puerta antes de entrar. Jazmín estaba sentada al borde de la cama, aún vestida, con la mirada perdida.
—¿Puedo pasar?
Ella asintió sin mirarlo.
Ethan se acercó lentamente, con un gesto de desconcierto en su rostro, sin saber por dónde empezar.
—Lo siento… —dijo al fin—. Alicia es bastante insoportable.
—No —interrumpió Jazmín, bajando la vista—. Ella tiene razón. Descuide al niño por ir a verte.
Él frunció el ceño, se sentó a su lado, pero mantuvo cierta distancia.
—¿Te arrepientes? —preguntó con voz grave.
—No. Claro que no —respondió ella sin titubear. Luego suspiró—. Pero debo enfocarme más en mis funciones. Sigo siendo la niñera y tú, el esposo de su hija.
La frase le dolió a ambos, aunque ninguno lo admitiera. Era una verdad incómoda pero no por ello, irreal. Existía tanto como ellos dos.
Ethan apartó la mirada y se frotó las manos.
—Su presencia aquí no fue idea