Punto de vista Madison
No sabía cuántos días llevaba fuera de casa, y aunque el dolor emocional me estaba consumiendo, sabía que no regresaría.
Miraba la pantalla de mi laptop, justo en mi correo, donde había cientos de mensajes de Maximiliano rogándome que le diera la oportunidad de hablar. Uno tras otro, me explicaba que solo quería protegernos, que se había equivocado al gritarme, como siempre, y que esta vez prometía no volver a hacerlo. Pero Maximiliano era el hombre menos confiable a la hora de cumplir sus promesas.
Aunque sus gritos eran lo de menos, lo que realmente me dolía era la idea de que no quería tener hijos. Si yo era su esposa, el supuesto amor de su vida, y me amaba con todas sus fuerzas, ¿qué le impedía tener un hijo conmigo? Yo quería ser madre.
Acaricié mi vientre y sentí cómo las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas sin control. Estaba tan sensible que ni siquiera podía contenerme.
—¿Ya estás lista? —Meganme miró con compasión.
Asentí con la cabeza, lim