La verdad.

Kerr recuperó la estabilidad apenas un segundo después, se puso de pie como un relámpago y miró a la muchacha que estaba observándolo desde la esquina, había arrancado la pata de la cama y lo golpeó con ella.

—Necesitarás más que eso para huir de mí —le dijo y un segundo después sintió como un hilo de cálida sangre se deslizaba por su frente. 

Con la yema de los dedos la tanteó y luego los miró, ¿cómo era posible que hubiera logrado herirlo? 

Volteó a mirarla, la pata de la cama tenía un clavo salido y él le apuntó con el dedo —tuviste que golpearme con mucha fuerza para que eso entrara en mi piel —le dijo — si hubiera sido un humano el que hubiera entrado lo hubieras matado —Vanya miró la punta del clavo ensangrentada y la dejó caer.

—Yo no sabía que aquí había humanos —dijo como única excusa —además, ustedes me tienen secuestrada, ¿Qué quieres? ¿Qué les de la vivienda cada vez que entran? —Kerr avanzó hacia ella, la tomó por la muñeca y la lanzó con fuerza sobre la cama.

—Vas a decirme hoy mismo todo lo que sabes de tu papá —le dijo con rabia, hablando casi entre dientes con la mandíbula apretada. 

El dolor en la cabeza era punzante y la sangre goteó sobre el sucio edredón.

—Ya te dije que no sé nada de él —le dijo Vanya, tenía los ojos brillosos y el cabello que se había atado en una fracasada cola se había aflojado con el zarandeo de Kerr —estás sangrando —le dijo ella y él cruzó los brazos sobre el pecho.

—Pues imagínate que me golpearon con un clavo de diez pulgadas en la cabeza — el rostro de Vanya se contrajo en una mueca y Kerr logró notar una pequeña pizca de remordimiento, muy leve, como cuando pisas una cucaracha y no sabes si sentir asco o lástima, así que tomó la cuerda que la ataba a la cama y de una manotada la arrancó y la sacó arrastrando de la habitación.

Kerr extendió la conciencia para avisarle a las personas que estaban por ahí que no se dejaran ver el rostro, y cuando le avisó a Víctor no pudo evitar notar un sentimiento de desacuerdo con lo que él estaba haciendo, pero no le importó, luego lidiaría con él.

En el camino tomó la foto de Stiven de la pared y siguió arrastrando a Vanya hacia afuera por el pasillo, no le importó que viera la fábrica, era imposible que reconociera el lugar.

La llevó a la enfermería donde Clarisa estaba atendiendo al muchacho sobre la camilla y Kerr la lanzó contra él. Vanya se apoyó en la camilla junto a Stiven para recuperar el equilibrio y luego lo miró con los ojos abiertos.

—Esto lo hizo tu padre — le dijo él, el cuerpo de Stiven seguía inconsciente por los medicamentos que la doctora le había dado y Vanya lo miró, su extrema delgadez y los moretones que le cubrían el torso desnudo la asombraron. Kerr le tendió la foto que tenía de él y ella la miró, en la instantánea se veía al antiguo Stiven, con las mejillas sonrojadas y una sonrisa brillante.

—¿Es lo mismo? —preguntó ella y Kerr asintió, se acercó y dejó de lado la actitud agresiva por un momento.

—Esto mismo le está pasando al resto de nuestra manada, y estamos seguros que es tu padre.

—¿Cómo están tan seguros? —le preguntó ella y le puso la fotografía en el pecho.

—Es una larga historia, pero confía en mí, él es… —Vanya negó con la cabeza.

—¿Qué confíe en ti? —le dijo —me secuestraste y me tienes encerrada allá con las ratas y las cucarachas ¿y tienes el descaro de decirme que confíe en ti? —Kerr no contestó, ¿acaso ella no tenía razón?

—Esto le está pasando a los demás miembros de mi manada — le dijo —si está en tus manos poder acabar con su sufrimiento, ¿no lo harías? —Vanya se quedó mirando la foto que seguía sosteniendo contra el pecho del rubio y luego miró a Stiven.

—Si, lo haría —le dijo con seguridad —pero lamentablemente no sé nada.

Kerr dejó escapar el aire, creyó que removiendo los sentimientos de la mujer podría sacarle algo, pero no decía la verdad o ver el sufrimiento de Stiven no le producía nada.

Así que apretó con fuerza la cuerda con la que la tenía agarrada y la arrastró de nuevo hacia la habitación. 

Cuando entró, comprobó que, en efecto, había ratas y cucarachas, pero, ¿Qué podía hacer él? 

La amarró de nuevo a la pata de la cama que estaba caída.

—No puedo dormir aquí —le dijo ella y él se encogió de hombros.

—Es tu culpa por haberle arrancado la pata a la cama. Y no me importa si no sabes nada, tu padre ya demostró que intentará rescatarte y si nos sirves de carnada pues lo haremos.

Ella lo miró con sus impresionantes ojos verdes y Kerr le miró los labios, rojos y sedosos, y tuvo que apretar el puño para aguantar la tentación de tocarlos con las yemas de los dedos.

Kerr salió cerrando la puerta con fuerza y cuando llegó de nuevo a la sala de enfermería Clarisa lo miró por encima de los lentes.

—Parece que es una chica dura —le dijo y caminó hacia él. 

Lo obligó a sentarse en una silla baja y le estudió la cabeza —si no hubieras sido lobo te hubiera matado —le dijo y Kerr se encogió de hombros, tal vez lo mejor que podía pasarle era morir —solo requerirá una puntada, mañana ya estarás completamente sano.

Por la puerta entró Sebastián, el lobo que pudo haber competido con Víctor por el mandato, traía el brazo pegado al cuerpo con una venda y colgado del cuello.

—Si este flacucho te hizo eso —le dijo Kerr señalando a Stiven —¿cómo pretendías ganarle a Víctor? 

Sebastián se quitó la venda que le sostenía el brazo y Clarisa se la volvió a poner a las malas. 

Kerr bromeaba, sabía que era uno de los lobos más fuertes de la manada, incluso había entrenado con él. 

—No te la puedes quitar hasta mañana —le dijo ella y él se sentó junto a VíctorKerr.

—Él me tomó por sorpresa —le dijo sebastian —cuando quieras te demuestro de qué soy capaz —Kerr chasqueó la lengua y se concentró en un punto neutro en el suelo. Sebastián se lo quedó mirando —¿Por qué tienes cara de amargado? Bueno, más de lo normal —Kerr lo miró, aunque la doctora lo volteó bruscamente para que no se moviera.

—No sé si sea capaz de hacerlo —le dijo, no le gustaba hablar de lo que sentía, pero creyó necesitar ayuda —¿Crees que sea correcto que deje que Víctor la torture? —Sebastián se rió por lo bajo.

—Víctor no es tan malo como parece, aparenta ser rudo por el bien de la manada, pero tiene un corazón blando —Kerr se rió con sarcasmo.

—¿Víctor tiene un corazón? —bromeó —conmigo se porta como si fuera una escoria, incluso desde niños, pero desde que se volvió Alpha ahora toda la manada es así, como si él les ordenara ser desagradables conmigo —Sebastián suspiró y le apartó la mirada.

Kerr volteó a mirarlo sin importar los regaños de Clarisa —¿Sabes algo que yo no? —le preguntó y Sebastián se puso de pie.

—Mejor sacale la información a la muchacha lo antes posible, antes de que Víctor haga un tapete con tu pelaje —le dijo y salió del lugar.

Cuando la cabeza de Kerr estaba cocida, salió de la enfermería hacia la habitación que hacía las veces de sala de reuniones donde Víctor estaba observando un mapa.

—¿Qué quieres? —le preguntó Alpha en cuanto Kerr entró —¿Ya te dijo algo la chica o solo la sacaste a dar un paseo? 

Kerr dejó escapar el aire, tenía que comenzar a acostumbrarse a la actitud de Víctor.

—La noche en que traje a Vanya había otro lobo en el bosque —le dijo y Víctor levantó la cabeza tan rápido que se escuchó como le crujieron las vértebras.

—¿Reconociste el aroma? —preguntó el Alpha poniéndose de pie y Kerr negó.

—Estaba muy cerca, merodeaba, pudo haber sido cualquiera, pero pensé que debías saberlo —Víctor dejó el mapa sobre la mesa y se agarró el mentón.

—¿Qué hacía un lobo en nuestro territorio? —Kerr quiso decirle que esos bosques no eran de ellos, pero prefirió quedarse callado.

—Hay más manadas en la ciudad —le dijo, pero el Alpha negó despeinándose con los dedos el cabello rubio.

—Pero no tan cerca, es por Vanya —Kerr abrió los ojos.

—¿Qué tiene que ver ella? —preguntó el menor, por alguna razón sintió incomodidad.

—No solo de nuestra manada ha desaparecido gente, de otras también, tal vez querían a Vanya igual que nosotros.

—¿Qué haremos? —preguntó Kerr cuando Víctor tomó de nuevo el mapa y lo miró.

—Tú no harás nada, deja que los adultos resolvamos las cosas de la manada, encargate de tu noviecita y dejanos hacer las cosas importantes a nosotros —Kerr apretó los puños, quiso decirle muchas cosas en ese momento, pero se contuvo, siempre lo hacía, esperó que nunca llegará el momento en que no fuera capaz de tragarse el orgullo.

Cerró la puerta de un golpe y caminó escaleras abajo, pero el hombre delgadito que sabía sobre internet subía corriendo y cuando lo alcanzó le habló con el aliento entrecortado por el cansancio.

—Es la chica —Kerr avanzó hacia él y lo tomó por los hombros —tú chica secuestrada escapó — él sintió que le temblaron las rodillas.   

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo