El rey cuervo.

Aleck se quedó mirando el camino por donde desapareció el lobo, con la cabeza gacha las mejillas enrojecidas, no era capaz de entender qué le pasaba, temprano en la mañana parecía tan contento, y ahora era toda una mole de estrés y rabia. «es por mi culpa» se dijo, si lo hubiera dejado morir su lobo no se hubiera perdido y estuviera bien.

— ¿Entonces qué es lo que quieren? — le preguntó la muchacha de las alas y Aleck se volvió hacia ella después de limpiarse las lágrimas.

— ¿Me dejarán hablar con su señor el cuervo? — preguntó el vampiro. Según lo que había notado, la chica de las alas tenía alto control de los demás. Si lo que había aprendido en la escuela del aquelarre cuando era niño era verdad, de seguro la chica tendría la sangre pura. En los vampiros los convierte en transformistas una línea ininterrumpida, a los lobos en raza superior, tal vez a la gente del bosque una sangre lo suficientemente pura los haría alados.

— Yo decidiré si merece la pena que él te vea — le dijo ella y dio un paso al frente, tenía el cabello claro al igual que los ojos y la piel tan pálida como el marfil, los cuernos en su cabeza eran de un color ocre, como si fueran trozos de madera perfectamente moldeados sobre su cabeza, por lo demás y aparte de las alas era bastante normal.

— ¿Merece la pena no morir en una celda mientras te sacan sangre para hacer experimentos? — le dijo Aleck y luego apretó los puños — Justo ahora pueden decidir si no quieren ayudar, me cansé de intentar convencer a personas que peleen por ellos mismos, si no lo desean pues pelearemos solos y si perdemos… pues todos lo haremos — estaba ansioso por retroceder y correr hacia donde había desaparecido Sebastián, quería abrazarlo y decirle que lo sentía, que de verdad sentía que su lobo ya no estuviera y que él lo amaba. La afirmación en su cabeza le produjo un sobresalto, era la primera vez que lo pensaba de esa forma, ¿amaba a Sebastián? ¿no era poco tiempo para decidir que lo amaba?

— Pues entonces dejemos que él decida — le dijo la muchacha y le tendió la mano. Él se tardó un par de segundos, inseguro, hasta que levantó la mano y cuando ella lo agarró lo sujetó con fuerza, luego se volvió hacia los otros hombres — nos vemos en la aldea.

— Pero, mi señora — le dijo el primer hombre que había hablado, tenía pinta de ser comandante o algo así — ¿irá sola con él? — ella asintió.

— Por el aire será más difícil que recuerde el camino a estas horas de la noche — dijo ella.

— ¿Aire? — preguntó Aleck y no tuvo tiempo de decir nada más, las alas de la muchacha se sacudieron y de un tirón salió volando por sobre las copas de los árboles, tan alto en tan poco tiempo que Alekc sintió que la cabeza le dio varias vueltas, y en solo lo que le pareció un par de minutos la muchacha lo soltó y cayó al vacío.

Sus habilidades le ayudaron a caer de pie como un gato, apenas lo había soltado de un par de metros y ella aterrizó elegantemente sobre el suelo que parecía hecho de madera.

Había antorchas encendidas y colocadas en forma de circulo que iluminaban el lugar, y una cabaña hecha de paja tejida de una forma tan perfecta que aparecía hecha de lana de oro.

— ¿Qué es aquí? — le preguntó él, aun tenía el corazón acelerado por el viaje.

— Es la entrada a la aldea — le dijo ella, se acercó y tocó un par de veces — si todo sale bien, no conocerás nada más allá — se quedó esperando una respuesta del otro lado y Aleck se aclaró la garganta.

— ¿Cómo te llamas? — le preguntó el vampiro y ella lo miró de los pies a la cabeza.

— ¿Cómo te llamas tú? — Aleck le tendió la mano.

— Soy Aleck, mestizo — ella miró la mano extendida del vampiro y luego la estrechó con fuerza.

— Soy Klemiska, princesa de esta aldea y heredera al trono — Aleck tragó saliva — pero dime Klem.

— Gracias por recibirme — ella negó con una sonrisa y lo soltó.

— No te emociones, si mi padre, el cuervo, decide que no los ayudará y que es un peligro dejarte ir te quedarás aquí por siempre — Aleck ladeó la cabeza.

— Soy bueno saliendo de situaciones imposibles — ella sonrió al tiempo que la puerta se abría y desapareció por ella.

Aleck se quedó ahí un rato observando alrededor, las entorchas no le permitían ver más allá a los árboles, pero imagino que estaban bien vigilados.

Se preguntó por primera vez si estar ahí era buena idea, ¿y si el rey cuervo no lo dejaba ir nuevamente? ¿sería un prisionero por siempre? La gente del bosque tenía fama de ser firme y cruel. Esperó que todo saliera bien y que pudiera ver de nuevo a Sebastián.

La puerta se abrió de nuevo y salió un hombre alto y musculoso, tenía los cuernos cortos, de resto era un humano normal, parecía que estuviera uniformado y Aleck supuso que su sangre no era tan pura y por eso parecía un guardia.

— El rey, el señor cuervo de la aldea que brilla lo recibirá — caminó hacia él y le indicó que levantara las manos, luego comenzó a manosearle todo el cuerpo de una forma incómoda y le quitó todos los objetos que podrían resultar peligrosos, un cuchillo, un lápiz y también el celular. Aleck no los perdió de vista cuando se los llevó a los bolsillos. El hombre le indicó que entrara.

Cruzó la puerta que ce cerró detrás de él y adentro todo estaba bien iluminado con antorchas de petróleo que tenían el techo ahumado y negro.

— ¿Que esta gente no conoce las luces led? — se preguntó en voz alta, era una sala abovedada muy amplia, tanto que él estuvo seguro que el la cabaña tenía algún hechizo, ya que de afuera se veía más pequeña.

Al fondo, al lado de un enorme trono de madera estaba de pie Klemiska, Klem. Tenía la cabeza gacha como a modo de respeto.  Aleck avanzó más hasta estar justo en el centro, parecía un estadio en miniatura.

Sobre el trono había un grueso manto oscuro, tanto, que parecía petróleo brillante.

— ¿Dónde está él? — preguntó Aleck, pero como única respuesta, un ruido fuerte resonó en el lugar, como las alas contra el viento. El manto que estaba sobre el trono se sacudió y el viento desequilibró a Aleck que tuvo que dar un paso atrás.

Cuando levantó la vista se encontró con un hombre hermosos, de barba poblada y cabello hasta la cintura oscuro y ondulado, podría tener unos treinta, pero Aleck supuso que era más viejo.

Sus alas parecían las de un ángel, con plumas brillantes, pero de un tono tan oscuro como las noches sin luna, los cuernos brillante y del mismo color giraban hacia atrás y bajaban hasta sus hombros. No tenía camisa y los músculos del torso eran absurdamente fuertes, de seguro para poder mover las portentosas alas.

Tenía un aire fuerte y delicado que le arrancó el aliento, era como su estuviera viendo al mismísimo lucifer, tan hermoso y temible.

Agachó la cabeza cuando no soportó la mirada de los iris tan oscuros que se perdía su pupila, pero el rey cuervo estiró una de las alas, que alcanzó al menos dos metros y medio y con la última pluma levantó con delicadeza el rostro de Aleck tomándolo por el mentón. Era muy suabe y resistente, y el vampiro notó que tenía un filo brutal, como una navaja de barbero. En ese instante supo que eso era una mala idea.

— Has venido desde muy lejos a verme — le dijo y Aleck temió asentir con la cabeza y que la pluma lo degollara.

— Si… sí señor, majestad — el hombre retiró el ala, Aleck ya estaba sobre las puntas de los pies — siento llegar de esta forma, tan inesperada — el hombre rio, tenía una voz profunda y una risa sexy.

— Verás, joven vampiro — le dijo — este lugar no es fácil de encontrar y nosotros difíciles de contactar, cualquier visita es inesperada. Ahora, hijo de la noche, dime que deseas — Aleck se aclaró la garganta.

— Jábico ha regresado — dijo y el rey cuervo no dijo nada, ni parpadeó — atacó a una manda porque allí vive… hay un lobo de raza superior — esta vez que el hombre sí se inclinó sobre el trono, interesado, así que Aleck explotó ese punto — es el lobo más fuerte en mil años — le dijo — y los laboratorios Jábico lo quieren.

— Si es el lobo más fuerte en mil años no veo por qué necesiten ayuda — Aleck dio un paso al frente y las alas del hombre se movieron solo un centímetro, así que él retrocedió.

— Majestad — le dijo y el rey se rio, de seguro así no se debía referir a él, pero tampoco lo corrigió — los laboratorios tienen armas que son capaz de anular sus poderes, los de todos los lobos. Ellos están a cargo del doctor Saúl Quiroz, y él en sus filas tiene a vampiros puros, así que sus armas están diseñadas solo para atacar a los lobos para que su ejército entre y ataque.

— Si no afecta a los vampiros — le dio el rey — deberías buscar ayuda de tu aquelarre, debes tener uno.

— Lo tengo — dijo Aleck  — y reniego de él — el hombre levantó el mentón — no quisieron ayudarnos por cobardes, pero esta pelea no es solo por los lobos, ¿se imagina usted a un lobo de rasa superior, el más fuerte en mil años, bajo el control de Jábico?

— ¿Más fuerte que Moira Becker? — le preguntó el rey y Aleck asintió.

— Ella misma le dio ese nombre — el hombre apretó el entrecejo y la perfecta piel se estrechó en su frente — ni siquiera ustedes estarán a salvo si él les pertenece, sus habilidades mentales son algo que ni él mismo comprende, puede infringir dolor a cientos al mismo tiempo y proyectarles cualquier alucinación.

— ¿Entonces quieres a mi gente para formar una ejército y enviarlos a la guerra?  — Aleck notó como el hombre se ofendió, así que negó con la cabeza.

— La primera vez que nos atacó, Jábico llegó con un helicóptero que producía un ruido que inmovilizaba a los lobos, y yo solo pude liberar a todo el ejército. Solo le pediré ayuda de unos cuantos hombres, para que cuando Jábico llegue podamos destruir sus armas y dejar que los lobos terminen la pelea — el rey se rascó el mentón pensativo.

— ¿Y qué gano yo al respecto? — Aleck se aclaró la garganta.

— Pues que su gente no corra el riesgo de ser atacado por los laboratorios — el hombre bufó.

— Mi gente es capaz de cuidarse sola, te pregunto, ¿qué ganaré yo? — se inclinó hacia Aleck y estiró de nuevo el ala, y con la pluma filosa le acarició la mejilla — podría tenerte a ti — las rodillas de Aleck temblaron. Era lo que más odiaba de que las especies del submundo fueran tan abiertas en la sexualidad, él era atractivo para las mujeres y también para los hombres, siempre se sentía acosado, como si fuera un pedazo de carne.

— Tiene novio — habló Klem por primera vez y el rey regresó a su asiento.

— Qué desperdicio — dijo y Aleck se enojó.

— Le estoy ofreciendo la posibilidad de terminar una guerra que tarde o temprano tocará a su puerta ¿y usted solo piensa en acostarse conmigo? Debería…

— Kamiska, hija — dijo el rey — lleva a nuestro invitado a una de las habitaciones de reflexión. Está cansado y tenso, cuando quiera hablar y no gritar regresará — la muchacha obedeció, tomó a Aleck del brazo y lo sacó arrastrado.

Lo llevó por un pasillo y lo dejó en una celda fría y sucia que no tenía cama, cuando cerró la puerta detrás de él se metió la llave en el sostén.

— Le caíste bien, de lo contrario estarías muerto — le dijo — piensa bien lo que dirás mañana por que será tu última oportunidad — cuando se fue Aleck recostó la cara contra los barrotes.

— Gente pendeja — susurró en el silencio de la celda.    

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