Cuando llega a la oficina donde trabaja Víctor, Marina es recibida por la visión de Katrina justo en la entrada. La excompañera de trabajo, con su postura altiva y mirada evaluadora, no pierde tiempo en acercarse, cargando consigo un aire de superioridad forzada.
— Qué sorpresa verte por aquí —dice Katrina, con un tono de voz que apenas disimula la falsedad. La sonrisa en sus labios parece más una máscara que un gesto genuino.
Manteniendo la postura firme, Marina se niega a intimidarse. Sin rodeos, respondió con tranquilidad.
— Vine a visitar a mi novio.
La respuesta golpea a Katrina como algo inesperado. Por un instante su expresión vacila y el brillo de envidia en sus ojos es imposible de disimular. Intenta recomponerse con rapidez, forzando una sonrisa, pero el incómodo gesto es evidente.
— Ah… claro. —Qué suerte la tuya —responde Katrina, con una risa leve que rezuma falsedad—. Pensé que ya no estaban juntos —comenta, lanzando una mirada de reojo a Marina, con una sonrisa que más