Después de descubrir que tendría que tratar con Marina profesionalmente, Víctor siente como si un peso aplastante cayera sobre él. El pecho se le oprime y la cabeza comienza a latirle, como si su cuerpo reaccionara a la frustración y a la confusión que dominaban su mente.
Se recuesta en la silla, pasa las manos por el rostro mientras intenta organizar sus pensamientos. Nada parece tener sentido en la oficina. La pila de papeles sobre su escritorio, que normalmente era un estímulo para su concentración, ahora es solo un montón de distracciones que no logra mirar por mucho tiempo.
Su buen humor, que lo había acompañado en los últimos días, parece haberse evaporado. La sensación de que el día estaba completamente arruinado lo consume. Sabía que la situación con Marina no era solo profesional; era personal, y eso lo hacía todo aún más complicado.
Levantándose de la silla, comienza a caminar de un lado a otro en la oficina, como si el movimiento pudiera aliviar su nerviosismo. Cada vez que