Karen, al oír las voces charlando amenamente, se detuvo, y al comprender lo que ellos deseaban, su cuerpo se tensó de manera visible. Jamás imaginó que su padre se pondría tan feliz por aquel evento, es más, ella ni sabía que ellos dos eran tan buenos amigos. Creía que eran amigos, porque compartían por el problema cardiaco que ambos tienen. Lo que no sabía era que Gabriel era el hijo de Manuel.
Con los ojos llenos de miedo y sorpresa miró a Gabriel, que también tenía la boca tensa al oír la felicidad de aquella pareja de viejos.
Los labios de la joven temblaron antes de pronunciar alguna palabra.
— ¿Y ahora qué vamos a hacer? — preguntó Karen, llena de temor—. Ellos creen que nosotros nos vamos a casar y vamos a vivir felices para siempre.
En las palabras de la chica se puede sentir el nerviosismo que lo enmascara con ironía.
—Por sus cabezas no pasa separación. Lo que realmente vamos a hacer. Tener a tu hijo y después de que este nazca, tú tomarás tu camino y yo el mío. Debemos hace