Gabriel solo se limita a mirar a la joven y sonríe de medio lado. Sabe que la tiene confundida, pero necesita de su ayuda, porque su padre no tiene tiempo. Y él, a pesar de que no querer tener a una mujer a su lado, la idea de tener un hijo lo llena de cierta luz y calor en su corazón. Las palabras de su padre la noche anterior lo pusieron a reflexionar sobre su soledad, que cada vez se hace más pesada y oscura.
Desde la muerte de Ana, él no ha vuelto a pensar en ninguna otra mujer, se ha mantenido en abstinencia por fidelidad. Sin embargo, su padre está vivo y merece un poco de felicidad.
—Dime, ¿me vas a ayudar? — le preguntó cortante.
Ella tragó lo que tenía en la boca y luego dejó escapar un largo suspiro, parecía como si estuviera en una cámara de tortura.
—Y.… y ¿su esposa está de acuerdo con esto? — ella lo miró al hacer tal pregunta— Yo no quiero tener problema alguno con ella. No vaya a ser que me deje calva después de una paliza por celos...
Gabriel sabe que Karen no tiene