El aire se siente pesado con la tensión cuando el aullido de advertencia resuena por todo el territorio de Stormwood. Los centinelas en la frontera han dado la señal: la manada rival está aquí. La noticia se esparce como fuego entre los lobos, y en cuestión de minutos, Einar está de pie en el centro del campamento, reuniendo a sus guerreros.
—¡Todos a sus posiciones! —ordena, su voz resonando con autoridad—. Nadie cruza la primera línea sin mi señal.
A su lado, Caleb permanece inmóvil, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Aunque no forma parte de Stormwood, su experiencia y conocimiento sobre los enemigos que se acercan lo convierten en un aliado crucial.
—No van a esperar una invitación —dice Caleb con voz grave—. Ragnar no es de los que pierden el tiempo con advertencias.
Einar asiente, observando el horizonte con ojos afilados. Puede sentir la presencia de los invasores incluso antes de verlos. La energía en el aire vibra con el peso de la violencia inminente, y el instinto