Caleb está de pie junto al lago, observando cómo la superficie del agua refleja el cielo nocturno. La luna llena brilla con intensidad, y el aire fresco de la noche acaricia su rostro, pero no logra calmar el torbellino de emociones en su interior. Su corazón pesa más que nunca, como si cada latido fuera un recordatorio de lo que está a punto de perder.
Escucha pasos detrás de él, suaves pero decididos. No necesita girarse para saber que es Lía. Su aroma dulce y familiar llena el aire, y con él, un torrente de recuerdos: las noches que pasaron hablando junto al fuego, las risas compartidas y los momentos en que creyó que ella podría olvidar a Einar y elegirlo a él.
—Caleb —dice Lía, su voz apenas un susurro, pero suficiente para cortar el silencio.
Él se da la vuelta lentamente, encontrándose con sus ojos. Hay algo en su mirada que confirma lo que ya sabía: ella ha tomado una decisión.
—No tienes que decirlo —responde Caleb, intentando mantener la compostura. Su voz es firme, pero sus