La noche era perfecta para una cena importante. Vanessa bajó las escaleras de la casa con un vestido que realzaba cada curva con elegancia, su cabello caía en suaves ondas y sus labios tenían un sutil brillo. Nico, su fiel compañero, empezó a ladrar emocionado al verla, como si quisiera anunciarle a Alexandro lo espectacular que se veía.
Alex, que esperaba junto a la puerta, se quedó sin palabras. Su mirada recorrió a Vanessa con una intensidad que la hizo estremecer. Respiró hondo, intentando recuperar la compostura, pero la sonrisa traviesa de Vanessa le dejó claro que ella sabía exactamente el efecto que tenía sobre él.
—¿Nos vamos? —preguntó ella con fingida inocencia.
—Sí… —Alex carraspeó y se acercó a abrirle la puerta del auto—. Te ves… increíble, nena.
El trayecto hacia la cena estuvo lleno de miradas furtivas y comentarios casuales que ocultaban la creciente tensión entre ellos. Alex manejaba con la mandíbula apretada, intentando no perder el control con cada gesto coquetamen