Hannah miró al guardaespaldas y luego volvió la vista hacia Nora.
—Esto es lo más cerca que estaremos de estar a solas —dijo con frialdad—. Lamentablemente, no confío ni en ti ni en tus intenciones.
No había forma de que se quedara a solas con aquella mujer. Solo podía imaginar sus intenciones, y ninguna le daba buena espina.
Era perfectamente capaz de defenderse si ella intentaba agredirla, pero no iba a arriesgarse cuando el bienestar de sus bebés podía verse comprometido con un solo movimiento impulsivo.
—Si aun así quieres hablar, siéntate —indicó, señalando el sillón.
La mujer vaciló un instante antes de avanzar y acomodarse frente a ella. Como Nora no dijo nada, Hannah tomó la iniciativa. Cuanto antes descubriera los motivos que la habían llevado hasta allí, más rápido podría sacársela de encima.
—Debo admitir que tu visita me sorprende —comentó—. Después de nuestro último encuentro, jamás habría imaginado que tendrías el atrevimiento de acercarte a mí otra vez, y mucho menos v