Teo estaba terminando su entrenamiento cuando su celular comenzó a sonar. Tenía el cuerpo cubierto de sudor y la respiración acelerada. Tomó una toalla del armario, se la colgó al cuello y se limpió el rostro con un extremo. Luego levantó su teléfono.
Sonrió al ver el nombre de Hannah en la pantalla. Su reacción ya no lo sorprendía—no como antes—, pero seguía sin entender cómo algo tan simple como una llamada suya podía hacerlo comportarse de formas que no eran típicas en él.
Era la primera vez que se sentía así, y no iba a negar que le asustaba un poco… pero no lo suficiente como para ponerle fin a lo que tenían. Tal vez porque hacerlo le asustaba aún más.
—Buenos días, galán —dijo Hannah.
Sonrió todavía más. Le encantaba el tono burlón en su voz cuando lo llamaba así.
—Hola, preziosa. ¿Cómo amaneciste? Quería llamarte antes, pero no quería interrumpir tu descanso.
—Desperté con energías renovadas. Probablemente, tuvo que ver con lo mucho que me ayudaste a relajarme anoche —dijo ella