Capítulo 5: Payaso

—Me mudaré a casa de Hannah —le informó a su asistente, Stella—. Necesitaré un equipo de mudanza que lo haga de manera discreta, a más tardar para el próximo fin de semana.

—Está bien. Por cierto, Logan organizará algunas entrevistas para ti y la señorita Hannah. Te enviaré la programación tan pronto como la tenga. Procura esquivar a la prensa hasta entonces.

Eso no sería fácil, porque en ese momento todos estarían ansiosos por obtener algo de él y lo seguirían como cachorros tras su pelota favorita. 

—Entendido. Me voy a retirar. Si me necesitas, envíame un mensaje.

Se dirigió al estacionamiento y se metió en su auto. Los periodistas seguían afuera de la agencia e intentaron abordarlo apenas salió, pero él no redujo la velocidad. Marcó el número de su mejor amigo, Colton, en el altavoz del vehículo.

—Voy para tu casa —informó apenas contestó.

Necesitaba un trago, pero definitivamente en un lugar donde no terminara cometiendo alguna idiotez como casarse por segunda vez. No le apetecía acabar en prisión por bigamia.

—Aquí te espero —respondió Colton.

Como no escuchó ninguna broma sobre su nuevo estado civil, Teo supuso que las noticias aún no habían llegado a su amigo. De lo contrario, no habría desaprovechado la oportunidad de burlarse. 

Cuando llegó, Colton ya había encendido la parrilla.

—No esperaba tu visita hoy —dijo, entregándole una botella de cerveza helada—. ¿Tu cita del día te canceló de último momento o a qué debo el honor de tu visita?

—¿Es que acaso no puedo querer pasar un rato con mi mejor amigo? —Teo sonrió—. Estaba preocupado de que te quedaras aquí solo, pudriéndote en tu oficina, añorando mi compañía. Deberías sentirte afortunado: mientras otros se pelean por pasar tiempo conmigo, yo estoy aquí.

—Oh, por supuesto que me siento afortunado —replicó su amigo—. Y lo sería aún más si me dejaras algunas bragas firmadas para comercializarlas. Escuché que son bastante solicitadas por tus fans. Podría dejar la enseñanza y no preocuparme por mi futuro nunca más con tu colaboración.

Teo soltó una carcajada. 

—¿Cómo va el trabajo?

—Lo de siempre —suspiró Colton—. Jóvenes inmaduros que se creen dueños del mundo. Me recuerdan mucho a ti… solo que ya no eres tan joven.

Teo rio, sacudiendo la cabeza.

Vaffanculo.

Colton no estaba en el mundo de los espectáculos; lo suyo eran las cátedras universitarias. Nunca se habrían conocido si no fuera porque la familia de su amigo lo había obligado a asistir a un evento de caridad al que Teo también había ido cuando su carrera apenas comenzaba a despegar. Ambos congeniaron de inmediato y, con el tiempo, se convirtieron en buenos amigos.

—¿Qué hay de ti? ¿Cuándo empiezan las grabaciones de tu nueva película?

—En dos semanas. Aunque ahora mismo a nadie le importa demasiado eso; están más interesados en la noticia de mi matrimonio —soltó Teo con un bufido, tomando un sorbo de su cerveza.

Colton sonrió, como si acabara de contarle un chiste demasiado divertido. 

—Espera… ¿hablas en serio?

—Así es.

—No sabía que te fueras a casar.

—De hecho, ya lo hice, hace algunas semanas.

—¡¿Qué demonios, hombre?!

—En serio, amigo, debes salir un poco más de la roca en la que vives —contestó Teo con fingida indignación—. Y usar más esa televisión elegante de tu sala, o comprarte un celular con internet. Sé que estás algo viejo, pero aún puedes aprender; de hecho, yo podría enseñarte a usarlos.

Colton soltó una carcajada y negó con la cabeza, divertido. Él le llevaba apenas dos años, y Teo tenía veintiocho, así que no estaba precisamente viejo, pero la forma en que su amigo actuaba a veces hacía difícil no pensar que lo era. 

—Estoy muy bien, gracias. Ahora, explícame lo de tu matrimonio.

—Noche en Las Vegas. Bebí de más… y me casé con Hannah Brooks —resumió—. Lo había olvidado por completo —admitió avergonzado—. Pero de alguna manera la prensa lo descubrió.

Su amigo se quedó en silencio, parpadeando como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. 

—¿Pues cuánto bebiste? —soltó. 

—No tengo idea. 

Colton soltó una carcajada profunda.

—¿Con esa Hannah? —preguntó cuando al fin dejó de reírse como una hiena loca.

—La misma.

Colton volvió a romper en carcajadas, y a Teo le dieron ganas de darle un golpe en la boca del estómago para ver cuánto más podría reír cuando le faltara el aliento.

—No puedo creerlo. Qué put@ suerte, amigo. Creí que no se llevaban bien.

—No lo hacemos —respondió Teo, encogiéndose de hombros—. Aunque debería decir más bien que es ella quien no me soporta. La verdad, no sé por qué… si soy todo un encanto.

—Quizás si fueras un poco más humilde y hablaras menos… —comentó su amigo, todavía sonriendo—. ¿Y ahora qué vas a hacer?

Teo le explicó el acuerdo al que había accedido, dejando fuera algunos detalles que no le correspondía revelar. Colton soltó otra carcajada cuando terminó de hablar. Al parecer, se había convertido en el jodid0 payaso más divertido del circo. 

—No puedo imaginarte casado. Tendrás que ponerte un cinturón de castidad y lanzar la llave al mar para mantenerte lejos de problemas. 

—Vete a la mierd@. 

—Lo siento. Ven aquí —dijo Colton, atrayéndolo a un abrazo en el que Teo trató de resistirse—. Felicidades por tu boda. Te deseo un matrimonio próspero y feliz.  

—¡Imbécile! —Teo se apartó entre risas. 

Entonces, su celular comenzó a sonar. Un sudor frío corrió por su columna al ver quién llamaba.

—¿Quién es? —preguntó Colton, divertido por la expresión de pánico de su amigo. 

—Mi mamá. He estado ignorando sus llamadas desde que se hizo público la noticia de mi matrimonio. 

—Este día se está poniendo cada vez mejor. Deberías haberme dicho que sería así de entretenido y habría tenido lista la cámara. —Colton le dio una palmada en el brazo—. Buena suerte… y envíale mis saludos. 

Teo contestó. Si seguía evitándola, no le sorprendería que ella apareciera con su padre en la puerta de su departamento tan pronto como le fuera posible. 

—Ciao, mamma. Pensavo stessi già dormendo. (Hola, mamá. Creí que ya estabas dormida.)

—Hai molto da spiegare, giovanotto. (Tienes mucho que explicar, jovencito.)

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