Hannah miró a todos, esperando que en cualquier momento rompieran en carcajadas y alguien confesara que aquello era un programa de cámara oculta. Pero nadie rió.
—¿Estás de acuerdo con esto? —preguntó, incrédula, fijando los ojos en Teo al ver que no decía nada.
Él se encogió de hombros, como si todo aquello fuera un simple detalle sin importancia. En realidad, también había acudido con la idea de solicitar el divorcio pronto, pero mantenerse casado por un tiempo podía ser la salida perfecta para no morir a temprana edad. Tenía claro que su madre no estaría encantada al confirmar que los chismes que circulaban en los medios eran ciertos… y que, además, no recordaba nada al respecto. Quizás ella podría perdonarle si se mantenía casado un tiempo; luego le diría que no había funcionado y listo.
Era la salida de un cobarde, pero a veces era mejor escoger las peleas que podías pelear.
—Como te explicó Madison antes —le dijo Logan a Hannah—. No te hace ningún bien un divorcio en este momento.
Hannah se detuvo a pensarlo, sin dejar que sus emociones la cegaran. Estaba entre la espada y la pared. Tenía demasiado que perder si se divorciaba ahora. Claro que permanecer casada con Teo podía costarle la cordura, pero quedarse sin el papel que había conseguido tras más de un año sin contratos sería aún peor.
Odiaba que su salvador fuera Teo, pero los mendigos no podían elegir.
—No tiene que ser para siempre —añadió Logan con practicidad—. Las estrellas de Hollywood se separan todos los días. Esperaremos hasta que el proyecto salga a la luz.
—¿Eso significa que tendré que permanecer casada con él cerca de dos años? —Hannah casi se atragantó con la pregunta.
—Así es —confirmó Logan, imperturbable—. Durante los próximos dos años serán un matrimonio feliz y perfecto.
—¿Dos años? ¿Acaso no tengo nada que decir? —repitió Teo—. Tengo mi propia vida. A lo mucho puedo aguantar seis meses.
A Hannah le divirtió no verlo tan relajado como antes.
—Pues deberías haberlo pensado antes de casarte, ¿no crees? —replicó Logan con ironía—. El matrimonio es un compromiso real. Ya sabes… en las buenas y en las malas.
—Ni hablar —gruñó Teo, intentando mantener la calma, aunque la furia teñía su inglés con un marcado acento italiano que rara vez se notaba—. No voy a renunciar a mi vida de soltero por tanto tiempo. Prefiero proceder con el divorcio ahora.
Logan sonrió como quien tiene un as bajo la manga.
—Estoy seguro de que tus padres creen que el matrimonio es un vínculo sagrado y de por vida. Tu madre es muy dulce, pero ya sabes… italiana al fin y al cabo, y seguro tendrá mucho que decir sobre que termines tu boda con una mujer tan guapa sin darle siquiera una oportunidad. Una mujer que, evidentemente, sí quiere intentarlo. ¿Verdad, Hannah?
La aludida apretó la mandíbula y asintió a regañadientes.
—No estabas de acuerdo hasta hace un segundo, supongo que no te importa tanto cuando se trata de impulsar tu carrera —soltó con veneno y se giró hacia Logan—. Eres un jodido imbécil, ¿lo sabías? —escupió.
—No estoy aquí para ser un terrón de azúcar —replicó él, con esa sonrisa que la sacaba de quicio—. Entonces, ¿qué va a ser?
—Supongo que no tengo muchas opciones, ¿verdad?
Aquello sorprendió a Hannah; no esperaba que Teo cediera solo porque Logan había amenazado con contárselo a sus padres.
—Perfecto —dijo Logan, levantándose—. Haré que los abogados redacten un contrato para dejarlo todo por escrito. Los dejo a solas para que discutan el futuro de su próspero y feliz matrimonio. Y, por cierto, felicidades a ambos.
—Vaffanculo (Que te jodan) —masculló Teo.
Logan sonrió satisfecho y salió de la sala, seguido muy de cerca por Madison y las asistentes de ambos.
—Viviremos en mi casa —dictaminó ella apenas se quedaron a solas, con el tono de quien da una orden y no espera réplica.
—Será mejor que entiendas desde ahora que no soy tu empleado —replicó en tono seco—. Te estoy haciendo un favor al aceptar este matrimonio. Sin mí, probablemente estarías perdida. Será mejor que lo recuerdes, preziosa.
Hannah entrecerró los ojos. No era la primera vez que la llamaba así, en ese italiano arrastrado que le provocaba pensamientos que se negaba a tener.
—Si lo piensas bien, mi casa es mejor que tu departamento de soltero —dijo, tratando de ser lógica—. Y, sinceramente, si crees que voy a dormir en una cama donde ya han pasado cientos de mujeres, es que tienes menos neuronas de las que pensaba.
—Siempre tan dulce conmigo. —La voz de Teo destilaba sarcasmo—. ¿Qué te hace creer que dormirás en mi cama? A menos que sea lo que quieras, por supuesto; nunca le negaría a una mujer el placer de mi compañía.
Hannah respiró profundo para no cometer un asesinato. Nada arreglaría su reputación después de eso.
—El infierno tendrá que congelarse antes de que me meta en la cama contigo.
—Otra vez… porque ya lo hiciste una vez.
—Y fue tan malo que lo olvidé.
Teo soltó una risa seca. Hannah tenía una habilidad única para sacarle de quicio.
—Como sea —continuó Hannah—. No creo que haya un solo lugar en tu departamento que no haya sido usado como un burdel de mala calidad, incluso la habitación de invitados. Quien sabe lo que podría contraer después de un día durmiendo allí… Así que mi casa es una mejor opción.
—Está bien, cedo en eso… pero no te acostumbres a salirte con la tuya siempre.
El celular de Teo sonó, y él lo sacó, convencido de que era su madre. Pero al ver el identificador, se dio cuenta de su error.
—Hola, bella —saludó, endulzando la voz.
Hannah casi se rió ante el cambio.
—Teo, llamaba para confirmar nuestro almuerzo de hoy —dijo Sarah.
—Lamento que tendré que cancelarlo. Estoy ocupado.
—¿Tiene que ver con tu matrimonio? —preguntó la mujer—. Escuché las noticias, pero no las creí ni por un segundo. Nunca me harías algo así, ¿verdad?
Hannah rodó los ojos. No necesitaba altavoz para poder escuchar la voz chillona del otro lado.
—Te llamaré en cuanto pueda —contestó Teo, esquivando la pregunta.
—Más te vale. Te extraño…
—Y yo a ti.
Teo colgó y se encontró con la mirada de Hannah. Ella se levantó y apoyó ambas manos sobre el escritorio, inclinándose hacia él.
—Te agradezco lo de permanecer casado conmigo, aunque sé que no lo haces por ser un buen samaritano. Y, por lo que a mí respecta, puedes seguir sumando nombres a tu lista, pero si me dejas en ridículo como una cornuda delante del mundo, te juro que te castraré. Y un eunuco no complace a nadie ¿verdad? —remató, con un tono deliberadamente chillón que imitaba a la mujer con la que acababa de hablar.
Sonrió con esa frialdad encantadora que solo ella podía lograr.
Teo intentó devolverle la sonrisa, aunque no era fácil cuando ella lo miraba como si tuviera tijeras afiladas guardadas en su cartera, listas para usarlas.
—Hablaremos de los demás acuerdos cuando te instales en mi casa.
Ella se dio la vuelta y se alejó balanceando las caderas.