Hannah sonrió con picardía lista para comenzar con la siguiente parte del guión.
—Vamos, no me digas que no lo has notado —bromeó, volviéndose hacia Teo. Fingió mirarlo con devoción—. Es… —hizo una pausa dramática— perfecto —soltó en un suspiro.
El público reaccionó con un murmullo de aprobación, como si secundara sus palabras.
—Y no hablo solo de ese rostro que parece sacado del sueño de cualquier mujer, ni de esos espectaculares abdominales que han ocupado más de una portada. Me refiero también a su sentido del humor, a su dulzura, a la bondad que guarda en el corazón.
—Oh, basta, preziosa, vas a conseguir que me sonroje —respondió él con una sonrisa cálida, inclinándose un poco hacia ella. Sus miradas se encontraron y permanecieron unidas, como si por un instante el mundo alrededor hubiera dejado de existir.
Los espectadores suspiraron, fascinados por la química entre ambos.
Teo tuvo que reconocer que la capacidad actoral de Hannah era aún más impresionante de lo que había imagi