No tenía respuesta de Daniela. Sentía que el mundo se me venía abajo. Daniela no podía dejarme… y tampoco podía morir mi hija.
—Hijo, te veo muy pálido —dijo mi madre, preocupada, al verme en ese estado.
—Mamá, no hay respuesta de Daniela… estoy desesperado.
—Pronto lo sabrás. Ella estará bien. Tengo fe en que sí.
Vi, a lo lejos, al médico saliendo de la sala de quirófano. Se acercó a nosotros, pero al ver su expresión, mi corazón comenzó a latir con fuerza. Sin pensarlo, corrí hacia él, lleno de preguntas.
—¿Cómo está Daniela?
—Está fuera de peligro. Logramos extraer la bala. —Sentí un primer alivio. Daniela estaba bien. Gracias a Dios.
—¿Y el bebé? —pregunté, temiendo la respuesta. Al ver la cara del médico, supe que algo andaba mal. No… no, por favor, que no sea lo que creo.
—La bala alcanzó al bebé y… no pudimos salvarla. Lo siento mucho.
"Lo siento mucho…"
"Lo siento mucho…"
"Lo siento mucho…"
—Hijo… —musitó mi madre, soltando un sollozo.
—¿Murió? —mi voz apenas se oía. Me dejé c