Franco:
—Mm, está deliciosa —le digo con la boca llena. El sabor agridulce recorre mi paladar y reconozco que ni en los mejores restaurantes comí algo así.
—Se lo dije —alega ella con obviedad y lleva una cucharadita de torta a sus labios abiertos.
—Entonces, como me ibas diciendo, tienes un par de hermanitas gemelas en Cuba y una madre desquiciada ¿no?
—Como escuchó, son unas loquillas, espero que no hallan salido a mí —dice desviando la mirada a su platillo con un gesto despectivo. A lo que entrecierro los ojos dudoso.
—¿Y por qué no? Tú eres una mujer encantadora, Mariana. Sería una maravilla que salieran a ti —le hago saber.
No paro de hacerle insinuaciones y ella parece ignorarlas todas. Por lo que este extraño intercambio de expresiones se ha vuelto incesante.
—Gracias —agradece y vuelve la mirada a mí—, creeme, si supieras porqué lo digo.
—No me gustan las cosas a medias, vamos dime. No soy quien de juzgar, así que puedes estar tranquila.
Intento suavizar mis palabras y fijo mi