Cuando llegó a casa, Amelia estaba exultante.
Esa misma tarde ya había presentado su solicitud de ingreso en la Universidad de Nueva York con la ayuda del decano y del profesor Brown. Empezaría el curso académico en la NYU dentro de una semana.
Necesitaba comprar sus útiles y se sentía como una niña, emocionada por elegir colores y texturas de bolígrafos, papeles y todo lo demás.
Subió corriendo las escaleras, dejando el bolso en el recibidor del piso y, nada más entrar en el dormitorio, se encontró a Alexander tumbado con un libro en las manos.
- Supongo que no sabe leer, señor Alderidge. - Habló mientras se metía con él, se quitaba los zapatos y se tumbaba a su lado en la cama.
- 'Muy gracioso. - Contestó él, cerrando el libro y abrazándola. - ¿Qué tal ha ido?
- Pues sí. - Amelia hizo un cierto suspense. - Fue increíble. Les encantó mi poesía. Hice la entrevista con el Decano y uno de los profesores de Literatura. ¡Empezaré la semana que viene! - respondió emocionada.
- Estupendo,