Dos días después…
Dylan revisaba un informe en su oficina cuando su mirada se desvió hacia la esquina del escritorio.
Allí, apoyado con descuido, estaba el pequeño detalle que Luciana le había llevado como agradecimiento días antes: un llavero de cuero con sus iniciales grabadas.
Algo tan simple… y, sin embargo, cada vez que lo veía, algo dentro de él se ablandaba.
"No puedo seguir ignorándolo."
Dejó caer la pluma y se reclinó en la silla, pensativo.
Luciana había dado mucho más de lo que pedía a cambio.
Y él, acostumbrado a protegerse, a mantener todo bajo control, sentía que con ella ya no podía sostener esas paredes.
"Quiero verla sonreír… sin miedo, sin esa tristeza en los ojos."
Era una idea absurda, probablemente infantil, pero en ese instante Dylan supo exactamente qué quería hacer.
Tomó su teléfono, marcando un número de memoria.
—Quiero reservar la terraza del Rosedale para mañana en la noche —ordenó con tono firme—. No, nada de cenas formales.
Algo sencillo. Ínti