Capítulo cuarenta y dos

Me acerqué aún más preocupada a él y me puse delante de él. Pasé mis manos por su cuello y le acaricié.

—¿Por qué lo has hecho? 

—No me gusta esta situación, no quiero tener que elegir, ninguna os lo merecéis. —otra punzada en el pecho, era evidente lo mucho que le afectaba todo esto como para tener estas pintas y no quería verlo así, no quería que sufriera tanto. Le quité el peluche y lo deposité a un lado de la cama.

Apoyé mi frente en la suya y cerré los ojos, suspiré.

—Sé que sabes que te quiero— hablé aun con un nudo en la garganta —y espero que también sepas que sea cual se

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