Capítulo cuarenta y ocho

Estaban llamando a la puerta de mi cuarto, me resultaba difícil abrir los ojos, pero esforzándome un poquito lo conseguí. Me levanté de la cama y abrí la puerta, Eddy estaba allí de pie con una de sus sonrisas, estaba arreglado, parecía que ya se iba.

—Buenos días dormilona.

—¿Qué hora es?

—Las nueve, te he preparado el desayuno.

—¿Que has hecho qué? —la verdad me sorprendía cada vez más.

—Espero que te guste. Tengo que irme ¿estarás bien?

—Por s

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