Mundo ficciónIniciar sesiónMe levanté rápidamente de la cama. El tonto despertador no hizo su trabajo… y dormí más horas de lo permitido. Me duché rápidamente y me vestí con una camisa morada con estampado de calavera y letras de fuego, un jean azul roto de las piernas, tenis negros y una chaqueta negra.
Peiné mi cabello con los dedos y lo até en una coleta alta. Apliqué un poco de labial morado en mis labios y un poco de rímel en mis ojos. Tomé mi mochila, la colgué en mis hombros y bajé las escaleras. Miré mi reloj de muñeca: solo tenía 15 minutos para llegar al instituto… el cual queda a 30 minutos de mi casa. Antes de irme busqué a mamá en la cocina, pero no la vi. Luego escuché unos ronquidos arriba y me di cuenta de que aún duerme. ¡Qué envidia! Salgo de casa, no sin antes cerrar la puerta, y empiezo a correr como loca. Por suerte llego a tiempo. Mi primera clase es literatura, así que camino a mi aula. Entro y el profesor aún no ha llegado. Busco un asiento libre y solo encuentro uno detrás de Shantall, la abeja reina del instituto. Prefiero tirarme de cabeza a un mar lleno de tiburones… No, prefiero besar al chico más feo del mundo antes de sentarme cerca de ella. La chica me mira y enseguida toma su bolso y lo pone en el asiento libre detrás de ella. Me mira y me fulmina con la mirada. Yo la fulmino igual. No es novedad que nos odiamos. Sigo buscando un asiento con la mirada y encuentro uno al lado de Jeremy, el nerd. Me siento popular al decirlo… o pensarlo. "El nerd" —Buenos días, Emilia —saluda cuando me siento a su lado—. Espero que hayas amanecido bien. ¡Demonios, cuánta educación! —Bien. ¿Y tú? —Él levantó un pulgar hacia arriba. El maestro llegó y nos entregó unos folletos con lo que debemos trabajar. Por suerte para mí, había dicho que formáramos parejas. Miro a Jeremy y muevo mis cejas de arriba abajo rápidamente, con una sonrisa picara Él rodó los ojos. Empezamos a trabajar... Bueno, lo admito: él trabajaba con el folleto mientras yo solo jugaba con mi pluma. Cuando terminamos el trabajo, Jeremy apuntó nuestros nombres en la parte de arriba del folleto, luego se lo entregó al profesor y salimos de la sección. —Hicimos un gran trabajo, ¿verdad? —pasé mi brazo sobre los hombros del chico. —Hicimos… querrás decir hice —espetó, apartando mi brazo de sus hombros. Llevé mi mano libre a mi pecho. —Oye, te mandé mis buenas vibras mentalmente —fingí estar ofendida—. ¿Qué clase te toca ahora? —Historia, y luego gimnasia —respondió. Hice una mueca. —Odio historia, pero amo gimnasia. Sí, ya sé, seguro te estarás preguntando por qué tenemos clases diferentes estando en el mismo año. Bien, el caso es que el instituto había creado un nuevo método de educación, casi parecido al que aplican en las universidades, así que aunque estuviéramos en el mismo año, a veces nos tocaban clases diferentes con diferentes maestros. —¿Y qué clase te toca a ti? —retiró mi brazo de su hombro con un gesto desdeñoso. “Princesa”, pensé. —Matemáticas. ¡Iuh! Cómo las detesto. Si pudiera eliminar algo de este mundo, eliminaría las matemáticas. —No podemos vivir sin las matemáticas, están presentes en nuestra vida cotidiana —soltó uno de sus aburridos comentarios de nerd—. Bueno, en fin, nos vemos en el descanso, en la biblioteca —acortó. Asentí bufando y me dirigí a mi siguiente clase. Luego de una larga charla con mi subconsciente sobre prestar mucha atención a la clase o fingir un dolor en el estómago para pedir permiso e ir a la enfermería, tomé la decisión más madura. —Entonces, ¿exactamente dónde te duele? —preguntó la agradable enfermera, palpando mi frente para ver si tenía fiebre.






