Capítulo 126
Lina doblaba por el pasillo del hospital cuando lo vio: un hombre corpulento, con paso decidido, que cargaba a Andrea entre sus brazos como si fuera un bulto más. La niña estaba profundamente dormida, inmóvil, sin reaccionar. El corazón de Lina dio un vuelco. Durante un segundo se quedó paralizada observando la escena, pero la intuición —y el pánico contenido— la obligaron a moverse. Sin hacer ruido, empezó a seguir al hombre por el acceso de servicio; no podía permitir que se la llevaran sin intentar hacer algo.
Lo vio subirla al auto y cerrar la puerta con cuidado. Quiso acercarse, gritar, impedirlo, pero la diferencia de tamaño y fuerza entre ella y aquel secuestrador era abrumadora. Comprendió de inmediato que enfrentarlo en ese momento sería inútil e irresponsable: tenía que proteger a Andrea, pero sin provocar una reacción violenta que pudiera dañarla. Decidió, entonces, seguir al vehículo a prudente distancia y comprobar hacia dónde la llevaban. Su pulso latía tan