Capítulo 120
Isabella sonrió con ironía antes de lanzar el libro contra la mesa de centro. Ver a Eva en la sala le producía tanto desprecio como diversión: cuando la echó de su vida tres años atrás, comprobó que era una mujer incapaz de sostener nada suyo, que había vendido comodidad y estatus por una noche de pasión y unos cuantos millones. Nunca imaginó que traerla de nuevo resultaría tan inútil.
—¿Creíste que con cinco millones ibas a comprar todo? —bufó Isabella—. Eras una decisión absurda entonces, lo sigues siendo ahora.
Eva había vuelto porque Isabel la llamó. Creyó que, quizá, con la ayuda suficiente podría recuperar lo que perdió. Grave error. Desde que regresó, Isabella la había vigilado como una fiera y la había humillado con cada una de sus palabras; sin embargo, Eva venía desesperada, con la misma mezcla de actrices que había usado siempre: llanto estudiado, voz temblorosa, promesas de cambio.
—No me culpes a mí del encanto de esa… —dijo Eva, señalando a Nara con un odio