Capítulo 119
A altas horas de la noche, Marco consiguió llevar a Nara a casa, después de dejar a Andrea estable y atendida por los mejores médicos del hospital.
La villa estaba en completo silencio, bañada por la tenue luz del vestíbulo.
Apenas cruzaron la puerta, Marco vio a su abuelo sentado en el recibidor. El anciano los observó en silencio y suspiró con evidente frustración.
Nara notó que necesitaban hablar a solas. Le rozó la mano a Marco y subió las escaleras sin decir una palabra, dándole un gesto tranquilizador antes de desaparecer por el pasillo.
Marco se sentó frente a su abuelo. Si él había ido personalmente hasta la villa, era porque se trataba de algo serio.
—Dime sin rodeos —le advirtió Marco con cansancio—, mi ánimo no está para rodeos esta noche.
—Esa mujer vino a verme —dijo el anciano, cruzando las manos sobre el bastón—. Me dijo que, si no te casas con ella, se llevará a su hijo del país.
Marco sonrió con sarcasmo.
—Que se lo lleve.
—No hables tan a la ligera —le