MILENA
La noche estaba amena. Antes de cenar, oramos a Dios como solemos hacer, agradeciendo por todo lo que tenemos. Luego, mientras comíamos unos deliciosos tacos acompañados de una Coca-Cola bien heladita, pusimos algunas alabanzas de fondo. El ambiente se sentía cálido, familiar, como si por un instante el mundo exterior con sus sombras no pudiera alcanzarme.
Después de la cena, vimos una película los cuatro como en los viejos tiempos cuando veíamos Tom y Jerry entre otros animes para niños. Poco a poco, los niños fueron cayendo rendidos al sueño. Yo cargué a Jade, que aunque pesaba un poco, dormía tan profundamente que no tuve corazón para despertarla. La llevé con cuidado hasta su habitación y la arropé con ternura. A lo lejos, vi a Derek haciendo lo mismo con Jader. Al llevarla a la habitación, me acerqué y acaricié su rostro; dormía tan tranquila, tan serena, tan hermosa… como si por fin hubiera encontrado paz, olvidándose por un momento del mundo cruel en el que vivimos.
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