En Nueva Jersey, Acácia está en su casa, caminando de un lado a otro, muy ansiosa y nerviosa por toda la situación. No ve la hora de ver a Jack entrar por sus puertas para poder tenerlo a su lado. Pero parece que las horas no pasan y sus secuaces nunca llegan. Decide llamarlos para saber qué está pasando y si ya lograron hacer lo que les ordenó. Rápidamente, contestan el teléfono.
—Hola, jefa, no me diga que hay otro cambio de planes, ¡por Dios! No aguanto más escuchar esa palabra —dice el hombre, con sarcasmo.
—No me vengas con bromitas, que no estoy de humor para escucharlas. Quiero saber si ya hicieron lo que les mandé y si ya están viniendo hacia mi casa. Porque no creo que secuestrar a un hombre tome tanto tiempo. ¿Son amateurs o profesionales, como dicen ser? Porque les aseguro que, si fuera yo, ya habría hecho el trabajo y estaría aquí en casa, sentada tomando un trago. Pero, por lo que veo, aún tendré que esperar bastante por eso.
—Calma, jefa, no es así como funciona, ¿sabe?