Samuel siempre pensó que Lis era hermosa, pero nunca tuvo la oportunidad de acercarse, pues Jack llegó primero. Ahora, meses después de la muerte de su amigo, pensaba que tal vez, solo tal vez, tuviera una oportunidad. Eso sería algo por lo que lucharía con todas sus fuerzas para hacer que durara toda la vida. Conocía muy bien a Lis, sabía el tipo de mujer increíble que era y había seguido de cerca todo lo que la pareja había pasado.
Llegó el día del alta. Lis ya estaba mucho mejor, totalmente fuera de peligro. Samuel, aunque con el corazón apesadumbrado, necesitaba darle el alta a Lis. Sabía que, una vez que saliera del hospital, sería muy difícil verla. Tendría que encontrar alguna excusa para ir a su casa, pero eso no sería un obstáculo. Haría cualquier cosa para estar siempre al lado de Lis.
— ¿Cómo te sientes hoy? — Samuel sonrió suavemente, intentando suavizar el ambiente. — Espero que estés bien. Sabes que hoy es el gran día, ¿verdad? Finalmente tendrás el alta y podrás ir a ca