Tan pronto como los dos salieron para cumplir la orden, Acácia se sentó junto a Jack en la cama. Lo observó en silencio por unos instantes, deslizando los dedos por su rostro, con un toque a la vez delicado y posesivo.
— Te prometo, amor mío, que no te dejaré morir. Es una promesa — susurró, con los ojos fijos en su rostro herido. — Vamos a ser muy felices juntos. Todavía no sabes cuánto me amas, pero lo descubrirás.
Jack soltó un gemido débil, lo que hizo que Acácia esbozara una leve sonrisa.
— Shhh... — dijo, colocando el dedo índice frente a sus labios. — No digas nada, mi querido. Necesitas descansar. Yo cuidaré de ti. No te preocupes, no vas a morir.
Con una mirada decidida, Acácia se inclinó lentamente, sellando sus labios con los de Jack, como si aquel gesto fuera un juramento de que él sería suyo para siempre.
La demora de los matones de Acácia en traer los equipos médicos que había solicitado parecía interminable. Jack, incapaz de soportar los intensos dolores que recorrían s