Liz se quita la ropa y se dirige a la bañera de hidromasaje mientras abre los grifos. Se sumerge en el agua, sentándose en el centro, sintiendo cómo el agua masajea su espalda. Es completamente relajante, y con el silencio, podría pasar todo el día allí. Tras casi una hora en el baño, mira el reloj y se asusta, porque ya es casi de noche.
Aún no ha preparado nada para que su esposo coma. Sale rápidamente del baño, se seca y se cambia, poniéndose un short, una camiseta de tirantes y unas sandalias. Baja las escaleras hacia el primer piso. Mira a los lados y, al olvidar en qué dirección está la cocina, ya que la casa es enorme y tiene varias puertas, se dirige a una de ellas. Al abrirla, se encuentra de frente con Jack sentado. Se lleva un gran susto, pues pensaba que era la cocina, pero en realidad es el despacho.
—¡Dios mío, qué susto me he llevado! No te lo imaginas —dice, con la mano en el pecho—. ¡Pensé que era la cocina, te lo juro! No sé dónde está la cocina en mi propia casa —su