Al ver que ha perdido una vez más, Acacia decide salir rápidamente. Las lágrimas ruedan por su rostro mientras camina sin rumbo por el medio de la calle. Sin darse cuenta, llega a un callejón oscuro donde es acorralada por tres hombres. Aunque intenta defenderse, no tiene fuerzas suficientes para enfrentarlos. Los hombres desgarran toda su ropa mientras la sujetan contra el suelo. Acacia grita pidiendo ayuda, pero es en vano. Los agresores hacen con ella lo que quieren con gran violencia, dejándola gravemente herida y sangrando abundantemente. Después de satisfacerse, la miran con una sonrisa maligna en el rostro, escupen sobre ella y se marchan. La lluvia comienza a caer, ahuyentando a los maleantes, mientras Acacia permanece inmóvil en el suelo. Las lágrimas se deslizan por su rostro, mezclándose con la lluvia y la sangre que mana de su cuerpo, tiñendo parte del callejón de un tono rojizo.
Un indigente que entra al callejón buscando refugiarse de la lluvia la encuentra. Al ver su es