Eliza

Apenas tuve tiempo de respirar antes de que las cámaras se abrieran paso hacia nosotros. En el instante en que pisamos de nuevo el salón, un torbellino de movimiento nos rodeó, seguido del estallidos de flashes. Los reporteros nos cercaron como abejas, y sus preguntas llegaban más rápido de lo que mi mente podía procesar.

—¿Señor Caballero, esta es su nueva mujer?

—¿Es solo su acompañante?

—¿Podemos obtener una declaración sobre su relación?

Luciano no se inmutó. De hecho, parecía haber esperado ese momento.

Deslizó su brazo alrededor de mi cintura, me acercó un poco más a él y dijo, con esa voz aterciopelada y suave que probablemente haría sonrojar hasta una piedra.

—Eliza es mi esposa. El amor de mi vida.

Mi mandíbula casi se desencajó. ¿El amor de su vida? ¿Acaso se trataba de alguna estrategia de relaciones públicas? ¿Hablaba en serio?

Antes de siquiera poder pensar cómo reaccionar, mis ojos captaron algo, o mejor dicho, a alguien en una esquina de la habitación, recargada en