Renata
Después de que Alex salió de la casa furioso, me quedé sentada en el sofá, apretando los puños mientras la amargura hervía en mi pecho. Todo se estaba saliendo de control, y la causante de todo... Eliza... seguía respirando.
Valeria, que había estado callada durante un rato, finalmente se levantó del suelo y se dejó caer a mi lado. Su rostro aún estaba manchado por la agresión de Alex, y su voz tembló de ira al decir. —Esta es la primera vez que mi hermano me trata como basura... y todo es por culpa de ella, esa perra. Te juro que nunca se la perdonaré, Renata.
Apenas la escuché. Mi mente corría, planeando, calculando.
Justo entonces, Andrés se acercó tambaleándose, tirando de la manga de mi camisa con su manita.
—Mamá, no estés triste —dijo con esos ojos inocentes, mirándome como si yo fuera su mundo entero—. Te quiero. Siempre serás mi mami.
Una suave y estratégica sonrisa se dibujó en mis labios. Eso era... ¿cómo pude olvidarlo? Andrés era mi arma secreta. Toda mi paciencia a