Eliza
Sonreí, sintiendo una extraña sensación de orgullo. —No me subestimen, estoy llena de sorpresas.
Todas nos reímos entonces, y la tensión en el aire se desvaneció.
Sira tomó mi mano y la apretó. —No puedo ni imaginar todo lo que debiste haber pasado antes de finalmente estallar.
Me puse seria y asentí.
—No fue fácil —admití—. Hubo días en los que sentí que perdería la razón. Entre los videos y fotos anónimos que me enviaban para atormentarme, además de Alex tratándome como un fantasma en mi propia casa… fue un infierno.
Seguí contándoles que Alex me había forzado a firmar los papeles de divorcio, esperando que le implorara y me arrastrara a sus pies, que tal vez se preparó para el placer de verme destrozada, y que alejarme, dejando no solo a un esposo sino a un hijo que me odiaba, fue lo más difícil que había hecho en mi vida.
—Pero esta vez me elegí a mí —dije con firmeza, con la voz estable, a pesar del nudo que sentía en la garganta—. Decidí que amarme a mí misma importaba más