Punto de vista de Bill
—No sé de qué estás hablando —escupió Enrique, su voz aguda y defensiva. Sus ojos recorrían la habitación como los de un animal acorralado, su rostro pálido delatando el miedo que intentaba ocultar.
—No me mientas —dije, manteniendo la voz baja aunque sentía la furia hirviendo bajo la superficie—. Sabes perfectamente quién soy y por qué estoy acá. He buscado a mi hijo por todas partes. No me iré hasta que me digas dónde está.
Enrique entrecerró los ojos y soltó una risa hueca.
—¿Tu hijo? Ni siquiera te conozco. Esto es una locura.
Temblaba levemente, intentando mantener el control, pero era evidente que ocultaba algo. Estaba observando cómo su máscara se resquebrajaba un poco, dejando entrever la culpa que escondía. Y a mi lado, sentía a Serena, su respiración cada vez más entrecortada, sus emociones apenas contenidas. Su mano se mantenía cerca de su boca, como si se sostuviera a sí misma únicamente por pura fuerza de voluntad.
Finalmente, dio un paso al frente.