Connor lo pensó mejor, y después de lo que Leo, su terapeuta le había dicho, estaba convencido de que, aunque fuera muy duro para él, tenía que enfrentarse a su situación psicológica con Audrey.
Así que, después de almorzar, llamó a su asistente para que consiguiera el contacto de la enfermera y de inmediato la llamó:
— Buenas tardes, señorita Adkins, ¿Recuerda que quedamos para llevar a Oliver de paseo a ese lugar infantil del que me habló? — Se obligó a decir de forma más natural que pudo.
Audrey se mordió el labio e intentó sonar natural, pero la verdad es que estaba nerviosa.
— ¡Doctor Evans!, he… sí, lo recuerdo.
— ¿Le parece bien que la busque en un rato? — Beth se quedó escuchando a su cuñado tras la puerta del despacho y tomó nota mental del apellido de la persona con quien Connor hablaba.
— Sí, claro, me vestiré para esperarlo.
— Estaré allí en una hora.
La rubia se dejó caer en el sillón de la sala y Loretta se le quedó mirando.
— ¿Quién te llamó?
— El Doctor Evans