Camila
—Llévalo a casa —me había dicho Felipe con una sonrisa—. Tómate libre hasta que lo necesiten.
La verdad es que mi viejito necesitaba ese tiempo y yo no pensaba separarme de él. Así que, solo le agradecí antes de que nos dejara en el hospital.
Habíamos pasado la noche en el hospital. Angélica nos insistió en que estaba bien, y nos echó.
—Y ni se les ocurra regresar aquí hasta que estén casados y con uno o dos bebés ahí dentro —fueron sus palabras textuales mientras señalaba mi vientre.
Una hora antes de que saliera el sol, volvimos juntos a casa. Llegamos a tiempo para despertar a los niños y llevarlos al colegio.
Joaquín se había quedado para darse una ducha y comer algo antes de volver a ver a su mamá.
Volví a casa en tiempo récord. Entré corriendo a la cocina, pensando en prepararnos algo para comer, pero me detuve en seco al verlo.
Estaba ahí, de pie junto al fregadero, solo en ropa interior. Su cabello estaba desordenado, y cuando levantó la mirada, vi lo que más me preocu