Socorro
Avancé por los pasillos tratando de no mirar mucho a los pacientes que estaban en las habitaciones con las puertas abiertas.
Todo en este lugar era deprimente; la gentuza enferma, el olor a decadencia, a mediocridad. Sí, porque aquí solo hay vidas a medias...
Llegué a la habitación de mi madre y me detuve frente a la puerta, respirando hondo. Con calma, saqué mi espejo del bolso y eché un par de gotas en mis ojos hasta que lucieron llorosos e irritados.
Luego, tomé un pañuelo y me lo pasé por la nariz con cuidado, ensayando mi papel una última vez.
Ahora sí, estaba lista. Con la expresión perfecta que todos esperaban: una hija triste y preocupada por su madre.
Todo tenía que parecer genuino. La hija perfecta.
Luego empujé la puerta y entré.
Ahí estaba ella, recostada en la cama como una gran actriz en su escena final.
Tenía el cabello perfectamente peinado, sus lentes en la mesita de noche, y un vaso de agua colocado junto a un ramo de flores que de seguro mi hermanito le h