Ramiro
La figura de Camila destacaba en medio del salón, con ese vestido rojo que hacía que todo lo demás pareciera insignificante.
Y sin embargo, sabía que ella no estaba aquí para mí.
—¿Sigues mirándola como un perro hambriento? —me preguntó Socorro, su voz un murmullo cargado de veneno.
—¿Qué te importa? —respondí, con brusquedad.
"Ella no es una mujer, es una víbora venenosa de la que hay que cuidarse. Siempre mirando por encima del hombro y llena de envidia."
Socorro sonrió, pero había algo perturbador en esa sonrisa.
—Quiero darte una oportunidad —dijo, con un tono suave que no coincidía con la dureza que era ella—. Una oportunidad para que esa puta sea tuya.
Un nudo se formó en mi estómago, apretando con fuerza, como si mi cuerpo supiera que nada bueno saldría de esa propuesta.
—¿Qué estás diciendo? —pregunté, aunque tenía una idea bastante clara de hacia dónde iba esto.
—Lo que escuchaste, —respondió, sacando algo de su bolso. Era un pequeño paño blanco y una botella diminu