Camila
Estaba con el teléfono pegado a la oreja mientras trataba de coordinar los últimos detalles de la fiesta de Navidad.
Mi cabeza daba vueltas entre presupuestos, menús y proveedores que parecían no entender el concepto de “urgente”. Había logrado conseguir que el DJ confirmara, pero el catering seguía siendo un dolor de cabeza.
—¿Cómo que no pueden garantizar suficientes opciones vegetarianas? —dije al teléfono, apretando el puente de mi nariz—. Es una fiesta de más de ciento cincuenta personas, no una reunión familiar…
Suspiré mientras me inclinaba sobre el escritorio para anotar las nuevas condiciones en una hoja, con trazos tan desprolijos que ni yo misma podría entenderlos después. Mi taza de café vacío a mi lado era el único testigo de lo que estaba siendo una mañana agotadora.
—Está bien, lo resolveré, —dije al final antes de colgar.
Forcé una sonrisa que, en el fondo, sabía que no estaba ocultando mi irritación.
Me dejé caer en el respaldo de la silla y cerré los ojos po