Joaquín
Camila levantó la cabeza, sus ojos brillaban, y ahora los veía más tranquilos.
Sonrió de lado, con una sonrisa que me hacía olvidar por completo quién se suponía que debía ser.
—Bueno, —murmuró alargando la o, acariciando mi rostro con la yema de sus dedos antes de pararse en puntillas y rozar mis labios con un beso rápido. —Nos vemos mañana.
Ese simple toque, me dejó temblando por dentro. Sentí que me había dado todo lo que necesitaba y al mismo tiempo me quedaba con ganas de más.
—Sí, —respondí, casi sin voz, sonriendo como un idiota.
Ella mordió su labio inferior mirándome con sus ojos provocativos antes de cambiar su expresión a más preocupada.
—Por favor, intenta disimular en la oficina, —dijo, levantando una ceja. —No quiero que todos empiecen a hablar… todavía.
Solté una risa baja, inclinándome hacia ella para darle un último beso en la frente.
—Lo intentaré, —prometí, aunque sabía que sería difícil.
No tenía idea de cómo iba a ocultar esto, de cómo iba a fingir que n