Camila
No me quedaba de otra. Crucé los brazos, enfadada, y asentí con un bufido.
—Está bien, pero no lo hagas más incómodo de lo que ya es, ¿sí? —dije, a punto de estallar de vergüenza.
Joaquín asintió y comenzó a caminar hacia su auto. Yo lo seguí, todavía maldiciendo en mi mente por todo lo que había pasado hoy.
"Esto no podía ir peor, ¿o sí?"
Cuando llegamos a su auto me detuve en seco, boquiabierta.
Frente a mí estaba un auto que no tenía ningún sentido para alguien que se suponía que era un simple pasante. Era un deportivo, brillante, impecable, y probablemente costaba más que lo que yo ganaba en un año.
—¿Cómo mierda te puedes permitir un auto así? —exclamé, incapaz de controlar mi asombro. —Eres solo un pasante, ¿no?
Joaquín se detuvo y me miró por encima del hombro, con una sonrisa divertida, como si hubiera esperado esta reacción.
—Tengo mis ahorros —respondió, encogiéndose de hombros como si no fuera nada del otro mundo.
—¿Ahorros? —repetí, todavía incrédula. —¿Ahorros o un