Ramiro El sudor me resbalaba por la nuca mientras miraba a través de las puertas de vidrio del aeropuerto. Las luces de la ciudad brillaban a lo lejos... Y parecían demasiado intimidantes.Me había dicho que jamás volvería. No me lo podía permitir... Si Joaquín o peor, Socorro me veían.Mi corazón latía con fuerza. "Aquí no solo dejé recuerdos... dejé problemas. ¡Grandes problemas!"Apoyé la frente contra el cristal y cerré los ojos.Flashback El teléfono vibró sobre la mesita. Me lancé sobre él como si se me fuera la vida, viendo en la pantalla el nombre de Margot. —¿Hola? —contesté, tratando de sonar relajado, aunque estaba a un paso de hiperventilar.—¿Qué es esa manera de responder? Se dice “buenos días”, “buenas tardes” o “buenas noches”… ¿¡pero hola!? —me regañó con su voz firme al otro lado, ese tono autoritario que siempre me hacía enderezar la espalda.Tragué saliva. Tenía volver hablar, pero sabía que mi silencio la podía enfurecer más.—¿Cómo estás? —pregunté temeroso,
Socorro ¡Maldita sea! ¿Cómo era posible que esa bestia musculosa apareciera justo en ese momento? Nunca la había visto en mi vida, pero la forma en que me miró... Me obligó a salir de allí antes de tiempo.¿Y Ramiro...?—¡Maldito cobarde! —espeté, pateando una lata vacía en la calle."Si esa rata de alcantarilla habla, estaré aún más jodida."La policía ya estaba encima de mí. Todo por culpa de mi querido hermano.Me metí en un callejón, respirando con dificultad. Busqué el teléfono en mi bolso. Las uñas impecables que solía lucir ahora estaban hechas un desastre.Intenté llamar a algunas “amigas” del club.Probé primero con Mariela.Nada."¡Maldita perra… Hipócrita!"Después con Marcela.—¿Socorro? Estoy ocupada, no puedo hablar.Clac. Cortó.—¡Malditas putas! —grité, arrojando el teléfono contra la pared, pero lo recogí enseguida. Era lo único que me quedaba.Apoyé la espalda en el muro, respirando hondo. "Piensa, Socorro. Piensa.""Si tuviera dinero, todo sería más fácil. Podrí
Camila —Te ves mucho mejor, mi reina —dijo con esa sonrisa que me derretía—. Y más hermosa que nunca.Rodé los ojos, pero no pude evitar sonreír.—No digas tonterías, Joaquín. Llevo días aquí, con esta bata horrible.Se cruzó de brazos y me sonrió con picardía. Sus ojos se oscurecieron y se relamió los labios.—¿Qué? —pregunté, arqueando una ceja.—Nada… —murmuró, sentándose a mi lado en la cama—. Solo pensaba que te ves increíblemente sexy con esa bata de hospital.—¿Sexy? ¿Con esta bata que parece una cortina de baño?Joaquín soltó una carcajada, pero no dejó de mirarme de esa manera que siempre conseguía que se me aflojara el cuerpo.—No sé, mi reina. Debe ser ese toque “hospital chic” o el brillo de futura mamá. Pero te juro que me estoy controlando porque Tronchatoro puede aparecer en cualquier momento y no quiero que me derribe otra vez.—¡Eres un descarado! —le di un leve empujón en el pecho, pero él atrapó mi mano y la besó con delicadeza.—Lo digo en serio. Estás preciosa.R
Joaquín El auto se deslizaba por las calles hacia la corte, y mi mente no podía estar más revuelta. Había decidido no decirle nada a mi esposa sobre este primer juicio. Ella necesitaba tranquilidad, no ansiedad. Ya bastante tenía con su embarazo y todo lo que había pasado. No iba a dejar que este proceso la afectara.Me pasé una mano por el rostro, suspirando. Observé mi reflejo en la ventanilla: traje impecable, corbata perfectamente ajustada… pero el nudo en mi estómago no se iba. No era por miedo a perder, era por el maldito Gustavo. Ese hombre no merecía ni respirar el mismo aire que Amy y Nathan.Cerré los ojos un segundo, obligándome a calmarme.Pensar en mi bella y embarazada reina siempre funcionaba.Me vino a la mente el recuerdo de hace unos días, cuando salimos a ver casas. Visitamos muchas, algunas demasiado lujosas, otras con jardines inmensos. Cada una parecía tenerlo todo, pero ella simplemente sonreía de lado y decía:—No es esta.Amy y Nathan se la pasaban pelea
Camila Estaba tirada en la cama, con las piernas cruzadas y una almohada apoyada contra mi vientre. Margot, alias Tronchatoro, no me dejaba moverme demasiado. Según ella, por "prescripción médica". Pero sinceramente, si alguien necesitaba un diagnóstico era ella. No había visto a alguien tan obsesionado con el protocolo desde que Joaquín intentó usar la fotocopiadora en su época de pasante.Deslicé el dedo por la pantalla del celular. Estaba leyendo una novela en Dreame para distraerme. "Hades recorre mi hømbro, dejando besos húmedos en su camino hasta mi pezøn, mientras sus dedos juguetean con mi fem¡nidad.Zadquiel est¡mula mi capullø, haciendo círculøs lentos alrededor de él, mientras Hades me penetra con dos dedos de una sola estøcada..."Me mordí el labio inferior.—Madre santa... —susurré. Sentí el calor subirme desde el pecho hasta el rostro. Las mejillas me ardían.¿De dónde sacaban semejantes ideas… llenas de tanta pasión? Porque, ¡uff! El cuerpo me vibraba y mi zona ínt
Camila Joaquín se arrodilló a mi lado, acariciando la espalda de los niños. Me miró, con ternura y orgullo en los ojos.—Somos una familia ahora —susurró, lo suficientemente bajo para que solo yo lo escuchara.Su voz era tan segura, tan llena de amor. Pero yo… yo solo podía pensar en Ana.—Mi hermana… —murmuré, temblando.Joaquín tomó mi rostro con ambas manos, obligándome a mirarlo.—Lo sé, mi reina. Pero ella te dejó su mayor tesoro. Y tú los protegiste. Todo el sufrimiento, todo esto… no fue en vano. Tragué saliva. Necesitaban que fuera fuerte. Por ellos.—Estoy bien —mentí, sonriendo entre lágrimas.Nathan limpió su cara con la manga de su camisa.—¿Podemos irnos a casa?"A casa" repetí en mi mente, sintiendo un nuevo significado de esa palabra en el corazón.Joaquín me ayudó a levantarme. Rodeó mis hombros con su brazo. Amy y Nathan se aferraron a mí, uno a cada lado.Nos giramos para salir de la sala, oímos los gritos de la loca demente mientras la sacaban esposada. No volteé
Joaquín Me apoyé contra el lavamanos, masajeándome la sien mientras escuchaba a Felipe quejarse al otro lado del teléfono.—No, hermano. No me hagas esto.—Felipe, deja de quejarte —respondí con paciencia—. Solo serán unos días.—¡¿Unos días?! ¿Sabes todo lo que puede pasar en unos días? —gruñó—. La última vez que me dejaste a cargo casi se hunde el barco...—Por culpa tuya.—Detalles…Rodé los ojos.—Mira, yo confío en ti. Solo mantén todo en orden hasta que vuelva.—¿Y si hay una crisis?—Lidias con ella.—¿Y si un cliente importante se pone exigente?—Los complaces.—¿Y si Socorro vuelve a aparecer y trata de secuestrar la empresa?—Llamas a seguridad.Felipe suspiró dramáticamente.—No me pagas lo suficiente para esto.—Te pago más de lo que mereces.Silencio.—Tienes razón… pero, ¿podrías darme un bono extra? —aprovechó la oportunidad el miserable.—Te daré un bono del 10% si, al llegar, todo está en orden.—Está bien, lo haré, pero cuando vuelvas exijo unos días libres.—Trato
Felipe Apenas puse un pie en la oficina, supe que había cometido un error. No era solo esta sucursal la que conocía como la palma de mi mano, sino también las otras en el extranjero, que Joaquín había tenido la grandiosa idea de fusionar y manejar desde aquí.Este era un gran reto. Mi vida, antes tranquila como gerente de una pequeña sucursal, ahora era un caos. Estaba a punto de convertirme en el líder de un imperio global. "No creo estar preparado para ello."—¡Señor Ortiz! —gritó una voz desde la recepción.—¡Señor Felipe, necesito su firma urgente! —agregó otro empleado, corriendo hacia mí con una carpeta en la mano.—¡Ortiz, la junta de las diez está esperando!—¡Felipe, el sistema de la sucursal 48 colapsó otra vez!—¡Señor Ortiz, el café de la sala de reuniones de la sucursal 22 se terminó!—¡Felipe, el ventilador de la sala de servidores de la sucursal 31 explotó!Detuve mi avance y levanté las manos.—¡¿QUÉ DIABLOS PASA CON USTEDES?! —exclamé, viendo cómo todo el equipo de